lunes, 1 de septiembre de 2008

Informe.21: Transgénicos, la duda entre los riesgos y los beneficios

En el Perú no solo se requiere de una normatividad sino de una buena labor fiscalizadora. Pese a que promueve estos cultivos, Estados Unidos es una de las áreas más supervisadas.
A simple vista, es difícil diferenciar si un grano de maíz o uno de soya, una hortaliza o alguna fruta son producto de la naturaleza o han sido gestados en un laboratorio, pues no hay diferencia en cuanto al olor, sabor, color, composición y valor nutritivo.
Sin embargo, para los agricultores que han optado por la biotecnología, la diferencia es notoria desde el momento en que siembran la semilla modificada genéticamente, pues estas tienen mayor resistencia a los insecticidas y herbicidas, mejor rendimiento, mayor tolerancia a los embates de la naturaleza, entre otras ventajas.Ya son 23 países en el mundo los que cultivan transgénicos, es decir que utilizan semillas cuyos genes han sido modificados para reforzar determinadas características de la planta.
VIGILANTES. En los Estados Unidos, la cuna de la biotecnología, estos cultivos se expanden aceleradamente y ya ocupan el 48% del área cultivada. En un recorrido por zonas agrícolas y por laboratorios de biotecnología de ese país, Perú.21 observó que, a pesar de que los transgénicos son presentados como un gran avance científico y con un bajo nivel de riesgo, esta es una de las áreas más reguladas del mundo.
La investigación en el laboratorio no está regulada pero, una vez aprobado el uso de un cultivo manipulado genéticamente, interviene el Departamento de Agricultura. Para plantar este tipo de semilla se requiere de un permiso de esa entidad, la cual se fija en la seguridad alimentaria, en la inocuidad en el medio ambiente y en la compatibilidad con las prácticas agrícolas.
Y, por si las dudas, los agricultores deben reservar el 20% de sus cultivos para el uso de semillas tradicionales. Además, deben cumplir otros requisitos, como una adecuada separación entre los que son resultado de la ingeniería genética y los que no, para evitar la contaminación.En los grandes laboratorios, la investigación para dar origen a estos productos dura entre siete y 10 años y cuesta, aproximadamente, 100 millones de dólares.
En la sede de Monsanto, en St. Louis, la mayor multinacional de agricultura y biotecnología, especialistas de diversos países del mundo –entre ellos la peruana María Sánchez Peña, de la Universidad Nacional Agraria La Molina– dedican su vida a buscar soluciones tecnológicas que “ayuden a los agricultores del mundo”, a cambio de recuperar, con creces, lo invertido.
En el campo, cada vez más agricultores norteamericanos recurren a los transgénicos, que representan el 80% de los cultivos de maíz, el 90% de soya y el 86% de algodón. “Me pagan más por la soya tradicional, pero la transgénica rinde más y tiene más demanda”, cuenta Jenny Schmidt, quien posee una granja en Maryland.
POLÉMICA. En el Perú continúa la polémica sobre si se debe o no permitirse el ingreso de transgénicos. Está pendiente que se apruebe el reglamento de la Ley de Bioseguridad pues, sin él, no se debería hacer ni siquiera un experimento de laboratorio.
En caso de que esto se llevara a cabo no habría sanciones porque no existe un marco regulatorio.
El peligro de contaminación de los productos orgánicos y los posibles efectos nocivos en la salud de los consumidores son los dos principales argumentos de los detractores de la biotecnología, como el ministro del Ambiente, Antonio Brack, quien reclama una moratoria de cinco años para el ingreso de esos productos. A favor están especialistas como Alexander Grobman, asesor del Ministerio de Agricultura, que destaca los beneficios para mejorar los cultivos.
Próximamente será publicada una versión preliminar del reglamento de bioseguridad. La interrogante es si bastará una norma para reducir el riesgo que todo avance científico trae –y del que los transgénicos no están exentos– y, sobre todo, si nuestras autoridades están preparadas para hacer cumplir este marco regulatorio en beneficio de la agricultura y de la población.A los consumidores no nos queda más que estar bien informados para saber a quién confiar nuestra alimentación y nuestra salud.
Perú.21, 30/08/2008

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