jueves, 10 de julio de 2008

Pilar Frishancho: Los transgénicos

En la actualidad, la ingeniería genética manipula diferentes tipos de cultivos para hacerlos resistentes a los herbicidas y plagas. Sin embargo, aún no se sabe si estos productos transgénicos traerán consigo, o no, algún riesgo para la salud de los seres humanos.
En el caso de los tomates larga vida, se inhibe la enzima responsable del ablandamiento y envejecimiento del fruto maduro. De este modo, la maduración es muy lenta. La misma técnica se utiliza en el cultivo de soja y la fabricación de un aceite con alto contenido en ácido oleico. En cuanto al maíz se hace resistente al ataque de insectos, pues contiene un gen que tiene acción insecticida, pero que no tiene ningún efecto en las personas o animales.
Así, la utilización de plantas portadoras de genes resistentes a insectos y a herbicidas permite reducir el empleo de plaguicidas y conseguir un mayor rendimiento. Con ello, también se reduce la contaminación del medio ambiente por plaguicidas.Los vegetales transgénicos más importantes para la industria alimentaria son, por el momento, la soja resistente al herbicida glifosato y el maíz resistente al taladro (insecto). Estos se modifican genéticamente para que obtengan una vida comercial más larga, para que resistan condiciones ambientales agresivas y para conferirles mejores cualidades nutritivas.
El gen que se introduce en el alimento a modificar genéticamente puede ser artificial, como sucede con el tomate larga vida, o pueden proceder de las bacterias. El gen que hace a la soja resistente al glifosato procede de una bacteria común del suelo, pero el que les confiere la resistencia a insectos se obtiene de una bacteria patógena para los insectos.
No está probado que los organismos genéticamente modificados (OGM) no produzcan alteraciones en la salud. En el mecanismo de transmisión del gen se utilizan antibióticos, especialmente amoxicilina y cefalosporinas, los cuales puede desencadenar alergias, crisis asmáticas o edemas de glotis, sin causas aparentes. Habría que sumarle la toxicidad potencial de los OGM, ya que se producen enzimas y aminoácidos desconocidos para el cuerpo. Si bien en el mercado se producen algunos alimentos transgénicos, no existe todavía un etiquetado que exprese su carácter transgénico. Por ello, es importante que las instancias reguladoras del Estado verifiquen la bioseguridad.
Estados Unidos y Canadá controlan tanto la producción de OGM, como de los compuestos químicos utilizados en los cultivos. Inclusive editaron guías para proveer información a profesionales y al público en general. En cambio, Europa es más reticente a la introducción de nuevas tecnologías hasta tanto no se asegure la ausencia de toxicidad de los productos.
La opinión de ecologistas y médicos es cauta, ya que no se puede confirmar la bioseguridad de manera absoluta. Y siempre es mejor prevenir que curar, máxime si lo que se tendrá que curar no se sabe qué será ni cómo hacerlo.
La República, 07/07/2008

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